Obra de Gerald Brenan, publicada originalmente en 1943 y posteriormente en castellano en 1962, todo un «clásico» de la Historia social, cuyo protagonista es el anarquismo rural, al cual comparaba frecuentemente con el carlismo foralista, pues considera que ambos movimientos expresan desde ópticas diferentes el verdadero ser histórico del pueblo español, en oposición a los partidos estatalistas triunfantes en la Guerra Civil española, tanto el PCE como Falange.
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¿Cuál ha sido su contribución a las ideas sociales y políticas? Hay que confesar aquí que, si buscamos la respuesta en los libros, no encontraremos nada muy concreto.Y sin embargo, yo creo que, bajo la insensatez y el frenesí de la política española, hay una actitud firme. Fijémonos, por ejemplo, en dos productos típicos del país: el anarquismo y el carlismo. Como sistemas políticos, no es posible considerar seriamente a ninguno de ellos: uno trata de realizar un sueño del futuro remoto, otro de resucitar un pasado idealizado. Pero, como críticas de la sociedad, ambos canalizan un sentimiento profundamente arraigado entre los españoles. Pudiera describirse este sentimiento como un odio a las farsas políticas, un ansia de una vida social más rica y más profunda, una aceptación de un bajo nivel de vida material y una creencia de que el ideal de la dignidad y de la fraternidad humanas nunca podrá alcanzarse por medios políticos solamente, sino que hay que buscarlo en una reforma moral (obligatoria, claro está) de la sociedad. Esto es lo que pudiera llamarse la actitud española característica. Contrariamente a la doctrina liberal, que separa la Iglesia del Estado y la sociedad del gobierno, apunta a una integración de la vida política con la vida social. Mas esto no es totalitarismo. Lejos de afirmar la supremacía moral del Estado, sustenta el punto de vista cristiano de que todo ser humano, cualquiera que sea su capacidad e inteligencia, es un fin en sí mismo, y de que el Estado existe únicamente para servir esos fines. Y todavía hay más. La larga y amarga experiencia que los españoles tienen del funcionamiento de la burocracia les ha llevado a subrayar la superioridad de la sociedad sobre el gobierno, de la costumbre sobre la ley, del juicio de los vecinos sobre las formas legales de la justicia, y a insistir en la necesidad de una fe o ideología interiores, único medio de que los hombres actúen como deben, en armonía mutua, sin necesidad de forzarles a ello. (p. 22)
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